La pista del Parque Avellaneda, la que fuera su segunda casa por décadas, fue la locación que cobijó, el martes 8 de diciembre en una ceremonia muy emotiva –y protocolar ante los cuidados por el distanciamiento social- el homenaje que le rindió la comunidad atlética a Carlos “Campi” Campilongo, el reconocido entrenador y formador de atletas que falleció el 4 de agosto a los 78 años.
El reconocimiento a Campilongo quedó inmortalizado en una plaqueta que fue colocada en la columna donde se ubica el mástil de la bandera, en el interior de la pista del Parque Avellaneda, que contiene la siguiente dedicatoria:
“En homenaje a nuestro querido entrenador CARLOS CAMPILONGO (14 DE ENERO DE 1942 – 4 DE AGOSTO DE 2020). A CORRER QUE SE ACABA EL MUNDO. VIEJO QUERIDO, TUS PALABRAS NOS ACOMPAÑARÁN SIEMPRE. LA INFLUENCIA DE UN BUEN MAESTRO NUNCA VA A PODER BORRARSE Y MENOS CUANDO ESA ENSEÑANZA SE DA DESDE EL CORAZÓN… ¡GRACIAS POR TANTO! Tu familia, las Campis y los Longos”.
Tal como lo describió la placa, en el acto conmemorativo estuvo presente su familia: su hermano que llegó desde Rosario, sus hijas, nietos/as, amigos, colegas entrenadores/as, atletas de diferentes camadas, vecinos del parque, jueces y directivos de FAM, como Romina Teresniakof, Diego Camiolo y Emilio Lini, quien resaltó: “Estuve con mi hija en el homenaje a Campi. Dimos una vuelta a la pista que fue su lugar de enseñanza por años. Fue muy emotivo ver como todas las generaciones recordaron y aplaudieron por varios minutos al gran amigo y trabajador del atletismo”.
“Campi” era oriundo de la ciudad de Rosario (Santa Fe) e hincha de Rosario Central. Aunque gran parte de su vida la transitó en La Matanza, en el Gran Buenos Aires, donde también estuvo ligado al deporte de ese municipio, además del Parque Avellaneda.
Siempre estuvo relacionado al atletismo en todos sus espectros. Concurría a los eventos promocionales y federativos de FAM, a Campeonatos Nacionales y a los que organizaban asociaciones de Atletismo Master (o de Veteranos).
Campilongo estuvo acompañado en todo momento por su familia tanto dentro –entrenando a sus nietas en el último tiempo- como afuera de la pista. Fue dueño un carácter “cascarrabias” el cual lo combinaba muy sutilmente con un muy buen sentido del humor, siempre atento a las gracias.
La fotografía era otro de sus hobbies, ya que a cada torneo que asistía –con su sombrero característico- llevaba colgado en el cuello una cámara de fotos con la que retrataba el accionar de sus dirigidos y amigos. Ahora ellos serán quienes lo llevarán atesorados en sus retinas.