Donde hace algunos años sonaban No te va gustar, Ed Sheran, Paul McCartney, Kiss, entre otros, hace unos días pude ver otro espectáculo. El sol, refractado en casi todo el campo. En la esquina izquierda había un par de troncos enormes, que obstaculizan el recorrido. Más de quinientos atletas reunidos en aquella cita del 31 de julio. No era un sábado común, era el sábado del Campeonato Metropolitano de Cross, que comenzó alrededor de las 9.00. Esta vez, el evento era otro. La música la ponían ellos. Se trataba de la primera vez en la historia que corrían en Avenida del Libertador 4096. Algunos llegaron en gran nivel, otros, compitieron hasta con molestias en sus piernas. Pero, desde ningún punto de vista, se perderían aquella jornada.
Al costado derecho del campo, detrás de las vallas de madera, estaban los entrenadores, que alzaban las voces del aliento. En realidad, aclamaban: “¡Vamos!, ¡Falta poco!, ¡El sprint para el final!”, eran algunas de las palabras que escuché. Debajo de los árboles, casi enfrentados con la Avenida, se preparaban los que correrían más tarde. Elongaban en la sombra y palpitaban con grandes anhelos de superar su mejor marca. Era testigo de un campo minado de sonrisas. Dondequiera que mirara me topaba con una.
A medida que me acercaba más hacia la línea de largada, observaba, muy detenidamente, a los fotógrafos. Recostados en el pasto, con el objetivo de conseguir una toma distinta. Capturaron grandes secuencias y muchas caras. Rostros de todo tipo. Muchos de ellos llevaban concentración pura. En aquel momento, podía apreciar el espíritu de competencia. El sudor en sus cuerpos era agua de alegría. Estaban empapados de felicidad. Claro, también vi rostros exhaustos, que deseaban llegar a la meta para terminar. Nadie pasó sin ser fotografiado. Ni las mujeres ni los hombres.
En una atmósfera soñada presencié algo que llamó mi atención, justo por debajo de los gazebos de Super Deportes. Se dirigían hacia allí. Solo veía el caminar de sus piernas y me percaté de la disconformidad de aquellos hombres. Estaban enaltecidos. Sentían inquietud: “Pasó por encima de la cinta”. Y estaba clarísimo. No había ningún obstáculo, además del árbol, por supuesto. A raíz de este altercado, decidieron enviar a un grupo de entre cuatro y cinco voluntarios, vestidos con un chaleco verde fluo. Si había una persona que los guiaba, no habría ningún tipo de inconveniente para los atletas. Situación resuelta.
Una vez finalizada la carrera, me escapé hacia la zona donde estaban los food trucks, ubicados detrás de la acción. Mientras tanto, atravesaban, por arriba nuestro, helicópteros. Ya sin las musculosas y los cortos, ahora los veía abrigados. Con camperas, hasta incluso pantalones largos. Estaban relajados. A la sombra disfrutaban de su drink. Ya no oía los: “Dale Clari”, “Dale Fer”. Sin embargo, a mis costados veía cómo los atletas caminaban hacia los baños. Algunos por cábala. Otros ultimaban detalles previos a competir. Porque la música no paraba. Era un evento de ida y vuelta constantemente. Terminaba una carrera y estaba por comenzar la siguiente.
Desde las 9.00 hasta las 14.00 se disputó el Campeonato Metropolitano de Cross Country, organizado por la FAM. Después tuvo lugar el 2º Cross Urbano para los equipos de running. La jornada se dio bajo el cumplimiento de los protocolos que demanda el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires. Los atletas comenzaron la carrera con el tapaboca y, luego, se lo sacaban. Fuera del campo, se podía oír a una persona, que indicaba por megáfono: “Por favor, sigamos con el distanciamiento”.
El escenario era super inspirador. Envuelto en una sintonía super motivadora. Muy lindo. Se destacaba por un toque especial. Ese toque significativo que tiene cada Cross cuando va rotando el lugar de competición. El excéntrico e imponente Campo Argentino de Polo. La gran Catedral del Polo de Palermo. Atractivo desde donde se lo mire. Y ellos estaban ante una oportunidad única e histórica. Ante la chance de conocer lugares nuevos. Un circuito, que, sin dudas, les generaba inmensas expectativas por ser la primera vez que gastarían sudor en ese pasaje. Con total sinceridad, ganaron la lotería. No podía ser de otra manera. El plan fue acorde a lo planeado por la Federación. Les tocó un día espectacular e inolvidable. Cada rayo de sol que reflejaba en el campo era motivacional para los atletas. Veía en ellos el deseo y las inconmensurables ganas de correr por esos verdes metros de césped.